La materialidad, nexo entre los Nuevos Materialismos y el Terraformismo.
Roger Monfort Morillo
Materialidad, Intangible, Terraformismo, Nuevos Materialismos, Nuevos procesos, Tensión.
Abstract
Entendiendo el diseño como una herramienta capaz de articular las nuevas relaciones que debemos establecer con la naturaleza, se plantea el uso de la materialidad como catalizador de estas. Los Nuevos Materialismos y el Terraformismo colisionan en las soluciones que proponen. Definiendo el Terraformismo como un contexto donde desarrollar nuevos procesos, y los Nuevos Materialismos como una descentralización del sujeto humano del proceso de creación, se exploran nuevas formas de vincular el mundo de lo tangible con el de lo intangible mediante la concepción de materialidad de Esther Moñivas; se recuperan otras corrientes dentro del Realismo especulativo para encontrar en la materialidad, un puente entre ecología y desarrollo.
El diseño como herramienta.
Cada vez está más presente la necesidad de definir el diseño como una herramienta para articular las nuevas relaciones que debemos establecer con la naturaleza. Los procesos de diseño ya no responden únicamente a los criterios de forma y función, sino que preocupaciones como el impacto ambiental o las sociedades que promueve un proyecto están arraigadas en la mayoría de ellos. Los equipos de diseño son cada vez más interdisciplinarios y se afrontan de forma entremezclada la ética y la nanociencia, la biología y la estética, y un sinfín de mundos que intervienen en un proceso cada vez más ontológico.
Carole Collet (2018) en su prólogo “Design is dead. Long live design” en “Radical Matter” escribe “Después de casi veinte años en este siglo, por fin podemos anunciar que todo un nuevo capítulo de la historia del diseño está siendo reescrito”. Presenta así una recopilación de proyectos que reinventan las prácticas del diseño para definir nuevos procesos con la sostenibilidad y el bienestar social en el epicentro. En éste ejercicio de establecer éste nuevo estado del diseño o el camino ejemplar que debería seguir surgen varias preguntas. ¿Qué define estos proyectos? ¿Cuáles son las claves para entender el movimiento? ¿Qué encontramos en común en todos ellos?
Al plantear esas cuestiones, aparecen varios campos desde los cuales afrontar la metodología para entender estos proyectos como parte de un conjunto y no de forma aislada. Desde su contribución a la ecología, su cuestionamiento al sistema de producción, su carácter social, etc. Pero ¿Qué hay de ellos en cuánto a la filosofía? ¿Como podemos entenderlos en las corrientes de pensamiento más contemporáneas? Para tratar de debatirlo analizaremos el propuesta del Terraformismo, a modo de proyecto utópico, y la corriente de los Nuevos Materialismos, y ver cómo podemos articular un discurso sobre la materialidad que una estas distintas formas de entender la situación actual.
A continuación se analizará el estado actual de las dos corrientes de pensamiento planteadas, y se hará una comparación para entender mejor donde están las brechas que permiten a la “materialidad” – entendida de una forma parecida a la de Jane Bennett (2010) – ser protagonista de ambas teorías y explorar algunos de los cambios significativos que podrían darse en nuestro planeta. En la propuesta de este escenario para el desarrollo de un futuro proceso de diseño, se recuperarán ideas básicas de otras corrientes de pensamiento tales como el Realismo especulativo o la Ontología orientada al objeto para convertirlas en vínculo entre las teorías principales de la investigación, pudiendo así generar un panorama de las principales aportaciones al estado actual de la filosofía contemporánea para poder definir bien el marco de acción a partir del cual se plantea el diálogo entre los Nuevos materialismos y el Terraformismo. Ambas propuestas definen una forma a través de la cual deberíamos relacionarnos con el mundo para salir del inminente colapso climático y social al que estamos expuestos.
Breve acercamiento al Terraformismo.
Debemos partir de la premisa que este proyecto utópico propuesto por Benjamin Bratton (2019), se enmarca en un contexto de solucionismo tecnológico que considera que la tecnología debería ser capaz de solventar los problemas medioambientales, sociales, políticos, etc.
El término Terraformismo, tal como cuenta Bratton (2019) en su libro “The Terraforming”, surgió de la inquietud de transformar otros planetas o satélites que no eran habitables desde el punto de vista humano, para hacer que sus ecosistemas fueran viables para una vida como la terrestre. Pero la situación que se presenta para las próximas décadas, según el autor, ha hecho que sea imprescindible terraformar la tierra para poder mantener su cualidad de “planeta habitable”. Esto desembocó en un programa de investigación que trató de definir qué papel debían jugar las distintas redes de acción (como la política, la tecnología, la ciencia) para que suceda esa transformación, y de ahí surgió esta propuesta que defiende, a grandes rasgos, que si los humanos han sido los causantes de la insostenible situación actual, debe haber una intervención humana de igual escala para remediarlo. La terraformación, también conocida como ingeniería planetaria, trata tal como dice Toni Navarro (2020) de “Aprovechar nuestra capacidad para intervenir en los procesos planetarios y, así, convertir las operaciones naturales más básicas en decisiones conscientes orientadas a la reparación de los daños causados sobre el planeta”. Así pues, esta propuesta se sustenta en una acción coordinada des de distintos marcos culturales, es decir que tiene como eje fundamental la intervención del sujeto humano, para revertir el daño causado en la naturaleza.
Sobre los Nuevos Materialismos.
Algo distinto pasa con los Nuevos Materialismos. Así como el Terraformismo tiene un origen claro, esta corriente, en el centro del debate cultural durante los últimos años, ha ido articulándose mediante la contribución de distintos teóricos. Este conjunto de teorías filosóficas enfatiza aquellos factores no-humanos en la creación. Aneke Smelik (2018) lo describe de la siguiente manera: “Los nuevos Materialistas trabajan desde una noción dinámica de la vida donde los cuerpos humanos, la materia y la tecnología están inextricablemente unidos”. La corriente teórica se desmarca del post-estructuralismo y su énfasis en la palabra y el discurso, y centra en hacer de la materialidad y el proceso aspectos más relevantes que la forma, el color o la función. De ahí el hecho que hoy en día sea un tema central en el debate de la teoría estética. Smelik (2018) describe esta voluntad de destacar lo no-humano que se desarrolla en un contexto post-humanista, estableciendo tanto una descentralización del sujeto humano como el hecho de otorgar agencia propia a las “cosas” y la “naturaleza”.
Parte de este planteamiento nace con la noción de “actante” de Bruno Latour (1996). Un actante es una fuente de acción que puede ser humano o no. Se entiende como aquello que tiene eficacia, puede hacer cosas o hacer que cosas sucedan, puede marcar una diferéncia, alterar el curso de los acontecimientos. Como dice el autor (Bruno Latour 1996) es “cualquier entidad que modifica otra entidad”, algo “cuya competencia se deduce de su desempeño” y no de su definición antes de la acción.
Los Nuevos Materialistas, pues, buscan en parte estas agencias en lo material, atendiendo a la materialidad, no entendida como las cualidades tangibles de la materia sino como aquella fuerza intangible que tal como dice Jane Bennett (2010) hace que la materia sea vibrante.
Este nuevo acercamiento a las cosas, los objetos, establece una relación horizontal con la naturaleza, donde el sujeto humano forma parte de una red de agencias materiales, y su papel en el desarrollo de nuevas conexiones no es mas que el de cualquier otro actante. De hecho, podemos plantear esta combinación entre la agencia humana y la no-humana como el actante capaz de proponer soluciones a la más que evidente errónea relación que ha establecido lo cultural con lo natural –en términos de modernidad- hasta hace relativamente poco.
Comparativa de las teorías y su concepción de Sujeto, Tecnología, Política
Actualmente las teorías de los Nuevos Materialismos y el Terraformismo colisionan en la definición de la intervención del sujeto humano en el proceso de cambio, así como la forma de incluir los avances tecnológicos o su relevancia y el papel que debe desempeñar la política en el futuro. Aún así, las propuestas no excluyen otras prácticas que contribuyan al cambio, así que entenderlas como “parte de la solución” nos posibilita buscar puntos en común y a la vez, entender como complementarios aquellos aspectos donde no coinciden. A continuación se analizarán las diferencias presentes en estos tres campos (sujeto humano, tecnología y política) para tratar de establecer estas relaciones.
Empezando por el posicionamiento que debe tener el sujeto humano a la hora de afrontar la relación con el mundo, ambas teorías establecen de forma clara cuál debe ser su papel en sus propias definiciones.
Por un lado el Terraformismo, tal como defiende su autor (Benjamin Bratton 2019) se basa en que la respuesta a la situación climática actual, originada por el humano (es decir antropogénica) “debe ser asimismo antropogénica. El plan es, y debe ser, artificial” en el sentido de “intencional y diseñado”. Se puede entender que para Bratton el colapso se ha dado por una falta de atención de la cultura hacia la naturaleza, es decir, que la humanidad, desde su posicionamiento alejado de lo que se ha considerado naturaleza, no ha sabido mantener esta relación vertical, o de cierta superioridad, que ha acabado convirtiéndose en abusiva.
A palabras de Bratton (2019) “La división cultura/naturaleza no ha protegido lo llamado naturaleza”. Aunque el autor considere desacreditada (pero persistente) la idea de un absoluto “fuera” de la cultura, al seguir hablando en términos de “protección” perpetúa dicha relación vertical entre ambos “mundos”. Es por eso que puede plantear una solución basada en este proteccionismo antropogénico, que de forma aparentemente altruista, pretende reconsiderar los puentes entre los humanos y el mundo que habitan.
Y es importante hacer hincapié en los términos “aparentemente altruista” pues a modo de ejemplo, el autor en algun momento defiende la energía nuclear como una energía a tener en cuenta para el futuro desarrollo de la humanidad en su nueva relación con el mundo. Bratton (2019) defiende: “Es contrario a la intuición, pero en la medida directa de muertes/kWh, la energía nuclear es al menos cuatro veces más segura que la energía solar”. Esta aportación, muestra la voluntad de mantener el sujeto humano en una verticalidad respeto a la naturaleza. Si bien es cierto que la emisión directa de este tipo de energía parece ser limpia, permitirse la creación de cementerios de residuos radioactivos para mantener la cuantía necesaria de energía para un estilo de vida cada vez mas tecnológico, no hace mas que consolidar la posición que propone para el sujeto humano en cuanto a moralmente capaz de transformar lo natural para mantener lo cultural.
En este aspecto humano, los nuevos materialismos tratan de definir el sujeto como una agencia a un nivel equiparable al de cualquier otro agente material. Jane Bennett (2010) propone “comenzar a experimentar la relación entre personas y otras materialidades de manera más horizontal, […] dar un paso hacia una sensibilidad más ecológica”. De hecho, dentro de su teoría de la Materia Vibrante, habla explícitamente de la imposibilidad de una “reconciliación” [al contrario que el Terraformismo], proponiendo una re-consideración de la participación humana en lo que llama “una materialidad vital compartida”.
Esta red de agencias sin jerarquía, que recuerda a la teoría de Bruno Latour (1996) la encontramos también descrita en el artículo “New Materialism: a theorical framework for fashion in the age of technological innovation” de Anneke Smelik (2018) cuando afirma: “Los nuevos materialistas trabajan desde una noción dinámica de la vida en la que los cuerpos humanos, las fibras, los tejidos, las prendas y las tecnologías están indisolublemente entrelazados.” Podemos ver que en esas materialidades a las cuáles propone dar agencia, incluye al cuerpo humano e incluso en ocasiones las “identidades”.
Podemos definir entonces, manteniendo la alegoría geométrica, que mientras que los Nuevos Materialismos proponen que la nueva relación a establecer entre humanos y el planeta debe ser horizontal y de algún modo recíproca, el Terraformismo -dentro de estas corrientes solucionistas- la planeta des de una verticalidad, donde sigue situado en el punto superior la cultura y en el inferior la naturaleza, y entiende su reciprocidad como un acercamiento (estrechando la línea vertical) a modo de sanación del colapso existente.
Una vez analizada la forma de entender el sujeto humano y su papel por las distintas corrientes de pensamiento planteadas, es mas fácil entender los siguientes puntos que se toman en consideración a continuación.
En ambas teorías se reserva un espacio especial para la tecnología. Por un lado, encontramos la evidente relevancia que tienen las herramientas tecnológicas en el proyecto del Terraformismo. El claro posicionamiento de el uso de la tecnología como único eje de la transformación, aunque según el autor debe ir acompañada de la política y la economía, la convierte tanto en herramienta “para” el planeta y a la vez solución “de” el planeta. Existe una ligera diferencia en estas dos concepciones de la tecnología.
Benjamin Bratton (2019) ejemplifica el uso de la tecnología como herramienta para acercarse a la naturaleza de la siguiente manera: “Los microscopios no crearon a los microbios, pero ahora que sabemos que existen, ya nunca podemos ver las superficies de la misma manera”. En esta situación que plantea el autor, se puede entender la tecnología -tratando de establecer un puente entre el Terraformismo y los Nuevos Materialismos- como un actante -en términos de Latour (1996)- mas en la relación humano-objeto (superficie).
Es ineludible defender la tecnología como una entidad (aunque intangible como tal) que ha definido nuestro mundo. Desde entender lo mas interno del cuerpo humano hasta comprender cuestiones abstractas como el tiempo o la propia materia. De hecho Bratton (2019) defiende que muchos de los conceptos abstractos que nos envuelven son inseparables de la tecnología que los hizo aparecer. De este modo la tecnología como herramienta “para” comprender el mundo, de algún modo tiende a horizontalizar esa línea divisoria entre Cultura y Naturaleza.
Se trata de una concepción muy parecida a la que tienen los Nuevos Materialistas de la tecnología. En la propia explicación del proceso que siguen estas corrientes para dar agencia propia a los factores no-humanos, Anneke Smelik (2018) usa el término “tecnología” de forma reiterada para enfatizar su concepción como actante al mismo nivel que el sujeto humano. Por ejemplo en frases como “cuerpos humanos, fibras, fábricas, vestidos y tecnologías están incuestionablemente entrelazados” o como se ha citado antes “Los Nuevos Materialistas atribuyen agencia a los actores no humanos como las cosas, los artefactos, la tecnología, los animales y la naturaleza en general”.
No pasa lo mismo con la concepción de tecnología como solución. Cuando Bratton (2019) habla de artificiosidad, está poniendo en primer plano la intencionalidad del sujeto humano. La tecnología ya no se entiende como un actante en una red compuesta por ensamblajes de entidades iguales, sino que la tecnología pasa a ser un uso diseñado para satisfacer la voluntad humana.
El autor usa el término “geotecnología” para hablar de todas aquellas iniciativas que usan la tecnología para realizar la transformación del planeta, sin aparente beneficio humano (mas que el propio beneficio de poder seguir habitando la tierra), pero enfatiza mas la verticalidad (Cult./Nat.) de su propuesta al asumir como única y universal una propuesta de transformación de la naturaleza.
Cuando Toni Navarro (2020) explica el Terraformismo como este uso de la capacidad humana para alterar los procesos naturales, convirtiéndolos en decisiones tomadas para reparar daños causados sobre el planeta, está hablando de un acercamiento des de la superioridad en el eje vertical, un consenso solo de política a escala humana, que sigue entendiendo el hecho que la tecnología subsane el colapso como un éxito, es decir, que las decisiones humanas por encima de cualquier otra entidad, son la solución.
Aun así ¿no es también una decisión humana pretender cambiar la inercia de la sociedad y querer horizontalizar la relación con el entorno?
Para concluir esta comparativa, a continuación se hace un breve análisis de los términos políticos en los que se desarrollan los Nuevos Materialismos y el Terraformismo. Para ambas teorías, la política debe contribuir en este cambio de la noción ecológica y social.
En el caso de la ingeniería planetaria, la política debe servir de apoyo. La tecnología debe ser la encargada de marcar el rumbo, y el papel de la política, que considera fundamental, es el de dar salida a las propuestas geotecnológicas, convirtiéndose así en lo que Bratton (2019) llama “geopolítica”, al servicio del plan y el planeta. Aun así, el autor deja en abierto cómo y cuándo debe la política desempeñar su papel. Según dice, “Para algunos, una transformación a gran escala solo puede ocurrir si primero hay una reforma política y económica decisiva. Para otros, el cambio político y económico solo sucederá si un cambio tecnológico le da estructura.”
En el caso de los Nuevos Materialistas, la política en sí es entendida como un ensamblaje de actantes, como la tecnología, y más que definir que papel debe desarrollar (cosa que estaría siendo un tanto antropogénico) proponen algunos cambios que podría (o según qué pensador “debería”) asumir la política, o mas bien, los actantes que componen el sistema político, para promover el cambio.
Las principales propuestas, o problemas que debe afrontar, es el hecho de “Reconocer materialidades no humanas como participantes en una política ecológica” (Jane Bennett 2010). La misma autora, lo matiza diciendo que “El objetivo político de un nuevo materialismo no es la perfecta igualdad de actantes, sino crear políticas que promuevan más canales de comunicación”.
Así pues el papel o la relevancia de la política, en las dos teorías, sigue estando pendiente de definir. Ambas la entienden como un elemento imprescindible para que se de el cambio que proponen, pero aunque se mencionan varias veces, mantienen abiertos algunos de los campos que inevitablemente deben tenerse en cuenta en cualquier futuro proyectado, como la misma política o la economía.
La materialidad como nexo.
Después de ver el posicionamiento de estas propuestas para plantear la futura relación entre las personas y el mundo, surgen algunos nexos que permiten buscar formas combinadas de imaginar este proceso.
Especialmente se presenta una última comparativa, que puede ser el puente entre ambas teorías, acercándolas en tanto que complementarias; lo que ambas teorías denominan como materialidad.
Las corrientes de los Nuevos Materialismos, evocan claramente a la materialidad como agencia por excelencia. No se trata solo de las propiedades tangibles de la materia, sino que la definen más como una “fuerza” que como una “entidad”. Jane Bennett (2010) afirma que la materialidad debe aplicarse de forma igual a humanos y no-humanos, y que ésta “tiende a horizontalizar las relaciones entre humanos, biota y abiota”. Esta materialidad “vibrante” – en términos de Bennet – es un pilar fundamental del acercamiento propuesto por los teóricos de esta corriente.
¿Pero como entiende la materialidad Benjamin Bratton (2019) en su propuesta de Terraformismo?
Si bien la materialidad no desempeña un papel fundamental en el plan de proyecto de Bratton (2019), el autor hace varias referencias a la materialidad, o la materia entendida como algo con entidad. Para empezar, cuando describe como deberían ser las ciudades de su proyecto urbanístico, las define – sin entrar en muchos detalles – como ciudades “pro-materialistas” en términos de nuevos materialismos, no de materialismo de consumo.
Más adelante en su libro empieza a usar la materialidad, como definición de los distintos agentes que actúan en red, volviendo a la teoría de Latour (1996), por ejemplo cuando habla de que las plataformas contemporáneas como Amazon, Samsung, Huawei, etc. no son mas que Ensamblajes de materiales. Esta definición recuerda a la que hace Jane Bennet (2010) cuando cataloga cualquier proceso humano (por ejemplo la digestión) como un ensamblaje de materiales y fuerzas que dan como resultado una acción. Para Bennet (2010) todo es materia, y Bratton (2019) parece entender las grandes compañías de la misma forma, ambos igual de cerca de la teoría de redes de B. Latour (1996).
Esta interpretación se repite cuando Bratton (2019) expone que la inteligencia artificial “revela que la inteligencia [humana] es un efecto resultado de materia organizada”. La teoría de la materia vital de J.Bennett (2010) describe exactamente lo mismo.
Así pues, viendo que ambas teorías tienden a entender los procesos como ensamblajes de entidades, fuerzas o agencias materiales, se podría presuponer que un nuevo uso de la materialidad podría convertirse en el agente catalizador de estas nuevas relaciones con el mundo y la naturaleza que permitirían restablecer una vida sostenible.
Esta propuesta de entender la materialidad como detonante y situarla en el eje central de todo cambio, genera varias dudas. Esther Moñivas (2019) en su ensayo “¿La materia es esto?” Plantea algunas de estas cuestiones que se citan a continuación:
“¿cómo aplicar estas herramientas teóricas y esta perspectiva novedosa sobre el arte? ¿cómo abordar con coherencia y responsabilidad nuestra práctica si admitimos que afectamos y somos afectados por todo el conjunto de materialidades -tangibles e intangibles- que constituyen nuestros sistemas? ¿Acaso podemos seguir manteniendo la línea divisoria entre estos aparatos teóricos y el mundo de las cosas?”
Conclusión
Una vez desgranadas ambas teorías y puesto en relieve algunas similitudes y diferencias, se podría entender el Terraformismo como un contexto donde desarrollar los nuevos procesos. Una evidente preocupación ecológica, donde la tecnología, un conjunto de materiales, está al servicio del cambio. De esta forma se podría alejar el sujeto humano de esta solución. La tecnología puede tratar de restar atenta a las agencias materiales, a los factores no-humanos, y convertirse realmente en un ensamblaje multidireccional.
Por otro lado, los Nuevos Materialismos deberían entenderse como la herramienta existente para que se dé esta descentralización el sujeto humano del proceso de creación. Un acercamiento sin jerarquías a la materia, orgánica o no, así como una sensibilidad latente con la que entender la naturaleza.
En esta oportunidad que ofrece el hecho de combinar ambas corrientes se podrían dejar de crear relaciones con el mundo donde la materia se adecúa al uso humano, y podríamos empezar a plantear futuros donde el uso humano se adecúe a la materia.