Percepción sensible: Aprender de la experiencia corporal con la ciudad
María Esperanza Grez Binimelis
teoría de la deriva, educación corporal, estructuras arquitectónicas, cuerpo y ciudad, percepción sensible
Abstract
Este artículo reflexiona sobre el potencial creativo en la interacción habitual entre el ciudadano y las edificaciones urbanas. Se observa desde la perspectiva que tanto individuo como urbe se comportan como cuerpos. Al entrar en contacto ambos volúmenes se resisten, friccionan y afectan, provocando un proceso de adaptación en donde van mutando. Se hará referencia al movimiento situacionista, rescatando el concepto de deriva planteado por Guy Debord, como un antecedente que promueve el aprendizaje por medio de prácticas sensibles experimentales, apoyado por el andar de Francesco Careri y la educación nómada de Fernard Deligny. A partir de la relación corporal con la arquitectura, se busca proponer otras formas de aprendizaje, que dependen de la capacidad de percepción del individuo; mantener una actitud activa y atender los detalles que se presentan podría ayudar a potenciar el conocimiento. Se hará referencia a la Educación corporal con el fin de analizar investigaciones que están entre la practica estética creativa y el sistema educacional académico. La creatividad será entendida como la capacidad humana de crear nuevas relaciones entre elementos ya conocidos, aportando un nuevo conocimiento, ya sea a nivel individual como colectivo. De ahí se plantea la importancia de la explorarción subjetiva como una acción que potencia el conocimiento, por ellos se hará una interpretación de la relación entre individuo, espacio arquitectónico y materiales industriales, desde la percepción sensible que se obtiene en la deriva por la ciudad.
Introducción
Un juego común en los niños es imitar que están alimentando a otro. La escena se inicia cuando el niño toma algún recipiente que este al alcance y sin importar que esté vacío, actúan como si estuvieran cocinando. En sus gestos, que en principio remiten a la experiencia de estar alimentando a alguien, vuelcan toda la experiencia que han adquirido del contacto con la materia. Al revolver, agitan sus manos con ritmo y con ello insinúan cualidades de la comida. Con los gestos que hacen, nos integran en la escena y comenzamos a participar del imaginario. Esta interacción suele estar acompañada por sutilezas y relatos que nos sugieren nociones materiales tales como la temperatura del alimento o incluso su consistencia. Esta escena, en su simplicidad, revela nuestro compromiso ineludible con la materia, sus cualidades y todas las sensaciones que devienen de su contacto.
La investigación pretende poner atención en las interacciones cotidianas, ya que se considera que son una oportunidad para aprender y adquirir conocimiento que le da un sentido particular a la existencia individual. El contexto del cotidiano elegido es la ciudad, la cual será considerada como un escenario dinámico, un catalizador de encuentros, un lugar que presenta un completo inventario de materiales y relaciones con los cuales interactuar.
En primera instancia, se hace referencia al situacionismo y al concepto de andar propuesto Francesco Careri, arquitecto que participa del grupo Stalker. Ambos colectivos son antecedentes en el desarrollo de prácticas experimentales que incluyen al cuerpo para llegar a nuevas relaciones o significados de los objetos y el entorno.
En segunda instancia, se expone el trabajo de Andrea Soto, filósofa que investiga sobre estética y filosofía de la imagen. Su referencia en el artículo será basada en el libro “La performatividad de las imágenes” (2020) para exponer una visión estética sobre la atención en los encuentros cotidianos, en aquellos detalles que parecen ser insignificantes.
Luego, se hará una reflexión basada en textos de Juhani Pallasmaa, arquitecto, crítico, catedrático finlandés que ha expuesto su apremio por el curso que toma la arquitectura contemporánea, para contrastar y reivindicar el valor del material y el contacto con el ser humano. A su vez, hace una analogía entre la ciudad y el ser humano que servirá para esclarecer el desarrollo posterior del texto en donde se realiza una interpretación sobre la relación entre individuo, espacio arquitectónico y materiales industriales, desde la percepción sensible que se obtiene en la deriva por la ciudad.
Por último, se hace referencia a la Educación corporal en base a la critica que realiza al sistema educacional académico que desvincula al alumno de su cuerpo, restringiéndolo y adoctrinándolo. La Educación corporal entiende el aprendizaje desde una perspectiva transformadora y cambiante, que está en constante formación. Aprender desde el cuerpo, es apropiarse de el y entender su condición ambivalente; nos hace estar presentes, y al hacerlo nos expone dejándonos vulnerables. El concepto de vulnerabilidad será analizado en “Cuerpo, memoria y representación” (2014) libro que recopila diálogos establecidos entre Adriana Cavarero y Judith Butler. Para vincular tres elementos que están en constante transformación: cuerpo, educación y ciudad.
Salir, experimentar, encontrar
El situacionismo surge en Italia el año 1957, es un movimiento artístico e intelectual de vanguardia que critica la sociedad capitalista de la época. Su líder intelectual es Guy Debord, quien plantea la “teoría de la deriva” que hace referencia a la actitud que adoptaron, “Modo de comportamiento experimental ligado a las condiciones de la sociedad urbana; técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos.”(Morales, 2020, p. 51). Promueve la emancipación ciudadana, invitando a recorrer las calles de la ciudad, buscando sus propias rutas generadas por deseos inconscientes para romper con el sistema rígido. La urbe como recorridos laberínticos que nos lleva a lugares inciertos. “la fugacidad, la pasión, el componente colectivo.” (Morales, p. 52). Es así que la deriva llevaría a una revelación de los deseos individuales. Para los situacionistas, descubrir espacios de la ciudad por medio de la deriva era un activismo social por el cual pretendían ocupar el espacio público para ejercer resistencia ante el sistema político predominante. Al promover la exploración del cotidiano se eliminan las certezas y se invita al individuo a transitar por la incertidumbre, con el propósito de dar poder al ciudadano en su accionar para subvertir las formas y revelarse de la opresión que los vuelve prisioneros de la rutina. A su vez, con los situacionistas surge el concepto de psicogreografía que refiere a la influencia que ejerce el medio sobre los comportamientos humanos.
Años más tarde, a mediados de los noventa, surge un grupo llamado Stalker conformado por profesionales heterogéneos, en el que participan arquitectos, artistas, activistas e investigadores. Este colectivo rescata la idea del vagabundeo situacionista. Mediante la práctica de caminatas colectivas, reflexionan sobre la construcción de las ciudades, para ello abordan el urbanismo de una manera participativa. Francesco Careri, arquitecto, profesor y teórico, partícipe de este grupo, reflexiona sobre el andar. En el libro “Walkscapes. El andar como practica estética” (2003), realiza una crítica a la arquitectura moderna concebida como un espacio estático para que el individuo habite en el mundo, lo que a su juicio niega la realidad urbana cambiante. Mediante el andar se propone una reflexión a la practica arquitectónica actual, entendiendo que debiera ser una experiencia de creación comunitaria en la cual se considere el medio donde será emplazada, su contexto: económico, social, territorial, entre otros.
El potencial de las acciones individuales y los efectos en la comunidad, es una problemática que no ha dejado de ser contingente. En el libro “La performatividad de las imágenes” (2020) escrito por Andrea Soto, expone el poder de agencia que tenemos al atender los detalles “Es en la resistencia a la normatividad de un ordenamiento donde se abre la verdad de lo singular y también su capacidad para acoger aquello que era impensable.”(Soto, p. 131). De este modo, se entiende que en la relación con el cotidiano existe la posibilidad de subvertir las formas establecidas. A su vez, podemos encontrar investigaciones en el campo de la educación que promueven una apertura de los métodos académicos. Jordi Planella, catedrático de pedagogía social, autor del artículo “Fernard Deligny: pedagogía y nomadismo en la educación de las «otras infancias»”. Expone la contribución de Deligny hacia una pedagogía que moviliza, utilizando el vagabundeo, la errancia y el nomadismo. La educación de Deligny, para Planella, es una pedagogía que viene del individuo. “No se trata de tentativas metafísicas que se desvanecen al entrar en contacto con la vida.” (Planella, p. 99). Su planteamiento hacia una educación nómada está basado en la libertad que permite el encuentro entre el individuo y el conocimiento.
Ciudad, un espacio construido que nos permite construir
El desarrollo urbanístico de la ciudad ha facilitado el desplazamiento y la realización de actividades cotidianas. El ciudadano transita por la urbe y en su paso ocurre un eco, ambos van mutando. La atención en los encuentros, remitiendo a la deriva, nos permite reordenar los elementos del cotidiano y establecer otras relaciones, que pueden parecer insignificantes, pero que enriquecen y dan matices a los significados establecidos. A partir de la practica estética de andar por la ciudad, se realiza una interpretación de la relación corporal con la arquitectura, para plantear que en el encuentro con el cotidiano existe un potencial de transformación. En donde los materiales industriales presentes en la urbe, serían estímulos que enriquecen nuestra percepción sensible. Se busca cambiar la mirada e involucrar al cuerpo para que emerja un conocimiento distinto, que trastoque la lógica académica adormecedora y mimética.
Juhani Pallasmaa, arquitecto, profesor y crítico de origen finlandés investiga sobre la práctica arquitectónica con un interés particular por la materialidad, desde una perspectiva fenomenológica. Uno de sus libros más reconocidos, “Los ojos de la Piel” (2014) plantea que entre el individuo y la arquitectura hay un vínculo corporal. El autor resulta de interés principalmente por dos razones: por un lado reflexiona sobre la función que cumple la arquitectura al delimitar el espacio, y por otro, desarrolla el concepto de experiencia encarnada remitiendo a una relación de dependencia entre el ciudadano y la urbe.
En primer lugar, nos detendremos en la reflexión que hace Pallasmaa sobre la contribución de la arquitectura en la formación de identidad del ser humano. En el artículo “Tocando el mundo. Espacio vivencial, visión y hapticidad.” (2009) expone que el valor de la arquitectura no radica en el objeto construido para ser habitado, sino que al delimitar el espacio, “Dirige nuestra conciencia a nuestro propio sentido de identidad y ser.” (Pallasmaa, p. 85). La arquitectura establece márgenes de referencia por medio de los cuales el individuo es capaz de percibirse a sí mismo como un ser corpóreo, situándolo en un espacio de correspondencia con el entorno. De este modo, se entiende que la ciudad es un espacio construido que nos permite construir.
En segunda instancia, el concepto de experiencia encarnada, refiere a la relación que se establece entre ser humano y urbe, que implica una construcción en conjunto, es decir, ambos elementos participan e influyen de igual manera. “La ciudad y mi cuerpo se complementan y se definen uno al otro. Habito en la ciudad y la ciudad habita en mí” (Pallasmaa, 2014, p. 41). En este fragmento se elimina la relación jerárquica entre objeto y sujeto. Tanto individuo como urbe, son definidos por su condición corpórea, que al interactuar se afectan, resisten y friccionan. Se entiende que están en una relación dinámica que les exige una constante revisión y adaptación.
De la hipótesis de Pallasmaa se desprende una analogía entre el cuerpo y la ciudad, en donde determinadas partes de la anatomía humana se corresponden con ciertos materiales y estructuras utilizadas en arquitectura. En tal caso, la asociación entre ambos sería la siguiente; los huesos se asemejan a los fierros de las edificaciones, debido a que ambos se articulan para generar una trama o esqueleto que sostiene el volumen total. Del mismo modo, la función que cumple el hormigón, es similar a la del tejido muscular. Por último, la piel estaría ligada a los revestimientos, ya que conforma la parte superficial que cubren el aparto interno. Este ejercicio, se puede replicar a nivel de aparatos y sistemas corporales con la lógica que utiliza el urbanismo. Un ejemplo de ello son los recorridos de las calles que conectan la ciudad y las vías sanguíneas que recorren el cuerpo. En cualquier caso, no parece demasiado extraño que exista una correlación debido a que ambos están construidos en base a sistemas articulados, que garantizan su correcto funcionamiento, puedo imaginar que bajo esta perspectiva encontraremos una relación con la mayoría de los elementos que nos circundan.
La interacción entre el cuerpo y la ciudad potencia el conocimiento
La educación corporal sostiene que cuando aprendemos por medio del cuerpo, desde el cuerpo, el conocimiento adquirido trae consigo un sentido único que deviene de la experiencia singular. Esto permite romper con la educación catedrática que tal como señala Foucault dosiliza los cuerpos y separa al sujeto de su potencial de acción, limitándolo a repetir lo aprendido.
La educación corporal se distancia de la educación académica ya que el aprendizaje se sitúa en la exploración del presente, el conocimiento deviene de estar atento al acontecer. “Estar atentos es estar abiertos al mundo.” (Masschelein, p. 5). La apertura ante el entorno es estar presente, dejar que la experiencia nos afecte y transforme, re-conocer aquello que nos parece invisible. “No es la verdad sobre lo real, sino la verdad que sale de lo real – la verdad no está en una tesis o en una representación, sino en la experiencia.” (Masschelein, p. 8). La metodología pobre que plantea Masschelein comprende la educación desde la acción personal, exenta de los limites que se imponen en las aulas. Atender el presente es estar en el, es decir, poner el cuerpo. De este modo, podemos decir que la Educación corporal en un contexto urbano consideraría que la ciudad son las nuevas aulas ya que posibilitan los encuentros y dado que la Educación corporal promueve un aprendizaje basado en la experiencia. La ciudad podría dar lugar al aprendizaje ya que en el entorno urbano el individuo esta sometido a un sinfín de estímulos que acontecen incesantemente y en simultáneo. De este modo, las aulas dejarían de ser un entorno protegido que evita la distracción y el movimiento, pasando a ser lugares más efervescente y conectados con el entorno. Sin embargo previo a implementar metodologías de aprendizaje radicalmente distintas a las actuales, habría que realizar un proyecto para adaptar la ciudad a ello, no nos olvidemos que comúnmente las ciudades no expulsan del lugar en vez de invitarnos a estar en el.
En el caso de un aprendizaje a modo de deriva por la ciudad resulta una propuesta más viable ya que no pretende participar de los ámbitos académicos y por ende no esta limitado por ellos. Tanto la deriva como el andar proponen una práctica estética de aprender por medio del cuerpo. En la ciudad observamos como los elementos se cruzan y se superponen unos con otros, pero también existe la posibilidad de que esos elementos externos nos traspasen, nos afecten y nos movilicen. Aprender con el cuerpo es una acción performática, el espacio corporal experiencia el acontecer y por medio de el construye relaciones. La educación corporal no pretende alcanzar contenidos, “cada sujeto ha de hacerse, reconociendo que está en un proceso continuo de devenir, de cambio que, además de formarse, ha de avanzar en la propia trans(formación).” (Gallo, Gómez y Planella, 2018, p. 191). El cuerpo nos sitúa en el presente, en el tiempo de la acción y de la creación. El cuerpo tiene el potencial de movilizar la educación hacia una práctica estética creativa, en donde el sujeto construye relaciones por medio de la percepción sensible de estímulos presentes en el cotidiano.
Nos situaremos en la observación de la ciudad como un espacio que nos interpela, un medio que puede potenciar el aprendizaje. La ciudad comprendida como un organismo vivo que está en constante formación y el aprendizaje como experiencia formadora. Si nos detenemos a observar la construcción de la ciudad, nos aparece a la vista elementos heterogéneos. Su construcción a ratos es dispersa y perturbadora. Coexisten elementos disonantes, hay espacios que se expande y otro que quedan rezagados olvidados. La ciudad adquiere forma a medida que se construye, solemos ver solo fragmentos de la ciudad, no solo porque resultan inabarcables a escala humana, sino porque al estar en constante construcción, siempre estaremos viendo una imagen inacabada de su forma. Poner el cuerpo en la ciudad, aprender de la relación entre ambos, es entenderlos como cuerpos que se friccionan y resisten. Es rescatar la heterogeneidad, hacer que los modos de aprendizaje sean más flexibles estableciendo relaciones plásticas con el entorno, buscando resonancias en el contacto. Aportar, participar y construir relaciones.
Cuerpo vulnerable: una posibilidad de transformación
Aprender desde el cuerpo, es apropiarse de el y entender su condición ambivalente; nos hace estar presentes, y al hacerlo nos expone dejándonos vulnerables. “Salir afuera es, muchas veces, un campo de batalla para el aprendizaje de las incertidumbres, los dolores, los sufrimientos, las pasiones que acontecen en nuestro trayecto biográfico.” (Gallo et al., 2018). Cuerpo como elemento vivo en constante formación, cuerpos que nos acercan, nos ponen en relación, nos conectan. Su interés reside en la capacidad de diferenciarnos, “con la practica corporal no hay interés por la repetición sino por la variación” (Gallo, Planella y Ramírez, 2020, p. 155). La corporalidad es contacto y comunicación, es el medio que nos permite ser y comprender. De este modo, se plantea la hipótesis de que: aproximarse a la arquitectura desde la corporalidad abre la posibilidad de aprender por medio del contacto con los materiales. Por arquitectura, se entiende que es el entorno cotidiano, un espacio próximo. Por materiales urbanos, se entiende que es el carácter singular del objeto que lo diferencia de otros elementos percibidos y por corporalidad, se entiende como espacio individual y único que permite percibir, vivenciar y responder al medio. El cuerpo es el filtro que da sentido a los conocimientos adquiridos. Cuando el conocimiento es aprendido por el cuerpo, las ideas se encarnan, nos penetran y adquieren sentido singular. De este modo, el individuo aporta matices que enriquecen el conocimiento recibido.
La proximidad y el contacto con el material deviene del carácter relacional de nuestra existencia, es así como aprendemos y damos significado a nivel interno y externo. Por esta razón, decimos que objetos y sujetos resuenan, se afectan y se complementan. Esta naturaleza indisoluble esta vinculada a una condición inherente al ser humano, la vulnerabilidad. En el libro “Cuerpo, memoria y representación” (2014), que recopila diálogos entre Judith Butler y Adriana Cavarero. Para Butler, la vulnerabilidad no está asociada a un momento determinado, no es un evento circunstancial de la vida. “la condición de nuestra vulnerabilidad es, en sí misma, inmodificable” (Butler, p. 48). El contacto corporal con la materia, nos sitúa ante una postura de entrega y exposición, en palabras de Butler la apertura ante el otro nos hace dependientes no solo a un otro sino al mundo. Estamos condicionados por nuestro cuerpo que nos expone ante el mundo, de este modo nos vemos imposibilitados a escapar.
Para concluir, a modo de deriva situacionista, expongo una lectura personal sobre percepciones recogidas en el recorrido cotidiano por la ciudad. Cuando caminamos por la ciudad, solemos encontrarnos con edificaciones que se están construyendo, quedando a la vista, solo momentáneamente los materiales que conforman sus estructuras internas. En esas derivas suelo detenerme a observar esta imagen, sin comprender del todo el interés que suscitan. En el ensayo “Inclinaciones desequilibradas”, Adriana Cavarero presenta una lectura alucinante sobre vulnerabilidad, definida por la autora como condición ontológica universal. Realiza una asociación entre la verticalidad y el hombre moderno, que entiende la geometría vertical como una posición de poder, debido a construcciones sociales como: rectitud, erecto, recto, poder, entre otros. Esta referencia geométrica conduce a la siguiente reflexión: Será que los conceptos asociados a la verticalidad influyen en cómo percibimos las edificaciones? Ser construcciones predominantemente verticales, hace que sean lugares seguros o estables? No pongo en duda, al menos no en este artículo, que a la mayoría de las personas las construcciones arquitectónicas los hacen sentir seguros. Pero cuando aún no han sido terminadas? Retomo la imagen de la deriva por construcciones en desarrollo, la mirada puede penetrar los muros del edificio que se está construyendo, las barras de fierro quedan a la vista, el hormigón del edificio pareciera estar desnudo, todo su interior está expuesto “Vulnerable es aquí el cuerpo humano en su absoluta desnudez, enfatizada por la ausencia de pelos, de revestimiento, protección.” (Cavarero, p. 26). Vuelvo a observar esos materiales industriales que parecieran ser perennes, estables y rígidos, ahora están expuestos, sin revestimientos que lo cubran. Se muestra como un cuerpo en formación, desarrollando sus estructuras que lo permitirán sostenerse y permanecer. Con expongo la reflexión sobre una educación que no establezca normas sino que inquiete al sujeto a que busque nuevas relaciones, que pueda establecer ordenes que devengan de su experiencia. Practicar la errancia, el andar, la deriva, es explorar y retornar a la creatividad infantil, volver a asombrarnos en el contacto cotidiano y descubrir lo que no vemos en aquello que esta presente. Aprender de lo heterogéneo, los espacios discontinuos, del fragmento, ver lo que esta entre medio de las formas.