Un paisaje no tejido
Conceptualización del espacio vivido hacia la experiencia del paisaje
Isabel Cristina Mejía Jiménez
Espacio, experiencia, paisaje, vivido, percepción / Space, experience, landscape, lived, perception
Resumen
En el presente artículo se realiza una exploración dada desde la experiencia del paisaje a partir del espacio tejido no tejido, en el cual se plantea un re-pensar de los espacios arquitectónicos en la integración del espacio vivido, este es el parámetro central para explorar la experiencia vivida en el diseño, teniendo como fin exponer la necesidad de incluir el paisaje dentro de los estudios investigativos de arte y el diseño, convirtiéndose este en un medio de inspiración y de conexión con el cuerpo. Es una materialización del concepto espacio tejido no tejido en la experiencia del paisaje natural, un espacio fuera del control humano.
Abstract
This article is given an exploration from the landscape experience from the non-woven space, in which a re-thinking of the architectural spaces in the integration of the lived space is proposed, this is the central parameter to explore the experience lived in design, aiming to expose the need to include the landscape within research studies of art and design, making it a link of inspiration and connection with the body. It is a materialization of the concept of non-woven space in the experience of the natural landscape, a space beyond human control.
1. Espacio tejido no tejido
El Tejido tradicionalmente surge de la trama y la urdimbre, esta delimitado por un derecho y un revés. El tejido es un espacio cerrado, mientras que un tejido no tejido implica, la separación de los hilos y un enmarañamiento de las fibras, es móvil e infinito, sin centros ni revés. El tejido no tejido es un espacio liso y se plantea en el texto integrando el espacio vivido, entendido como performativo en tanto transforma un lugar y genera posibilidades de habitarlo y percibirlo en la multiplicidad que lo constituye y las conexiones que se crean con relación al cuerpo que lo vive.
El tejido no tejido, es una propuesta que tiene como objetivo generar un nuevo enfoque en el diseño de espacios, y en este caso en particular, exponer la conceptualización en un proceso de paisaje. Se tiene como punto de partida el concepto rizoma expuesto por Deleuze y Guattari en 1980, postulando un sistema que rearticula el cuerpo con el mundo, siendo la sensibilidad encuerpada en la cual se establecen conexiones para descodificar el mundo actual, buscando nuevos significantes posibles, para ampliar significados.
El rizoma es un elemento diferente al de un árbol o al de una raíz, en términos de Deleuze y Guattari, (2004:30)
“(…) conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos muy distintos e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo múltiple (…) No esta hecho de unidades, sino de dimensiones, o mas bien de direcciones cambiantes. No tiene principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Constituye multiplicidades lineales de n dimensiones, sin sujeto ni objeto, distribuibles en un plan de consistencia del que siempre se sustrae lo Uno (n-1). Una multiplicidad de este tipo no varía sus dimensiones sin cambiar su propia naturaleza y metamorfosearse”.
En este sentido, el rizoma se forma por líneas que representan las dimensiones, pero también, líneas de fuga a partir de las cuales puede cambiar su naturaleza. (Deleuze y Guattari, 2004: 35) De tal manera que, el rizoma puede ser roto, pero siempre comienza de nuevo.
Un ejemplo de rizoma expuesto por Deleuze y Guattari, es el libro, elemento rizomático el cual hace rizoma con el mundo, asegurando una desterritorialización del mismo, pero donde el mundo efectúa una desterritorialización del libro que a su vez se va desterritorializando en sí mismo y en el mundo (Deleuze y Guattari, 2004: 16). Los libros, no son una imagen del mundo, en cambio, lo performan y generan nuevos significados del mismo, así como el mundo performa al libro y se hallan ambos en un encuentro de multiplicidades.
Otro ejemplo en el que rizoma deviene de lo performativo, lo plantea Anne w. Jhonson (2015), en su ensayo de “De raíces y rizoma. El devenir del performance, plantea los orígenes del término performance, que inicia con el verbo parfournir (lograr) y luego se articula con la idea de forma (Johnson, 2015: 8). A partir de allí esta noción evoluciona dando paso en el siglo XVI a la relación del término con las artes teatrales, más adelante alrededor del siglo XX se convierte en un término usado en cualquier ámbito, desde los estudios performance relacionados con las artes, hasta la ciencia y tecnología. Ahora bien, la convergencia interdisciplinaria que surgió alrededor de los estudios performance, dio origen a su definición como “algún acontecimiento marcado estética, espacial y temporalmente” (Johnson, 2015: 9).
Jhonson, reacciona contra lo fijo proponiendo la acción articulada entre tiempo, espacio y cuerpo, capaz de transformar las relaciones sociales (Johnson, 2015: 11) y conecta la definición del performance con la del rizoma, sosteniendo, “un manglar de nudos y conexiones”, una visión del performance a partir de la cual se podrán analizar casi cualquier cosa. “performar, (…) Como tal, tiene múltiples entradas y salidas: por el arte, por la comunicación, por el texto, por el actor o por el público, por la acción o por la repetición.” (ibídem: 13). Así es como se entenderá el termino performativo en el texto, convirtiéndose en uno de los agentes que posibilita la exploración de la propuesta de un tejido no tejido.
Ahora profundizaremos en la propuesta de rizoma para Deleuze y Guattari, en el que se establecen 6 principios: “1o y 2o. Principios de conexión y heterogeneidad: cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo.” (Deleuze y Guattari, 2004: 13), así pues, el rizoma conecta “eslabones semióticos” diversos y con códigos completamente diferentes, los cuales se asocian con lingüística, pero a su vez con elementos gestuales, perceptivos y mímicos. El rizoma podría analizar cualquier elemento descentrándolo sobre otras dimensiones. Cada elemento solo se encierra en sí mismo en un papel de imposibilidad. Para el espacio estos principios representan una conexión con un cuerpo también heterogéneo y en constante conectividad, el papel de la tecnología que establece nuevas conexiones con la materia y los sentidos, así como las acciones de habitarlo, memorias, interpretaciones, identidades y representaciones estéticas. Este espacio es heterogéneo, pues es horizontal, reconfigura sus usos y desusos, no discrimina entre formas concretas o abstractas (ibídem). Esto conduce al 3o principio, multiplicidad. Lo múltiple debe tratarse como sustantivo, como un elemento con existencia independiente que carece de sujeto o objeto, una multiplicidad se constituye de determinaciones que no cambian sin que ella cambie de naturaleza, tal como el agenciamiento, una creciente de dimensiones en una multiplicidad que cambia de naturaleza a medida que sus conexiones aumentan. En el rizoma entonces, solo existen líneas, no hay puntos ni posiciones (Deleuze y Guattari, 2004: 14). Así que el espacio arquitectónico puede considerarse como un agente. Un aumento de dimensiones que emerge cuando el cuerpo lo vive y lo siente, performandolo y performandose a sí mismo posibilitando conexiones y reconfigurando significados. Un espacio vivido que se teje entre conexiones y el aparecer constante nuevos significados. La multiplicidad se define por las líneas de fuga, es decir; por el afuera, por su cambio de naturaleza en la medida en la que se conecta. Estas líneas señalan el número de dimensiones que la multiplicidad realmente ocupa y la imposibilidad de que otra dimensión aparezca sin que ya se halla esta transformado según esas líneas(ibídem).
En el 4o principio “ruptura significante” (Deleuze y Guattari, 2004: 15), se retoma la idea de crecimiento continuo, donde un rizoma volverá a comenzar según sus líneas. Los rizomas se organizan, se significan, se territorializan por sus líneas de segmentaridad, pero también se escapa por sus líneas de desterritorialización. Las rupturas en el rizoma se generan cuando una línea de fuga surge bruscamente a partir de una línea segmentaria (ibídem). Sin embargo, la línea de fuga que se traza, que también forma parte del rizoma, podría reestablecer el poder a un significante. Continuar siempre el rizoma por ruptura, podría también alterar hasta producir la línea mas abstracta y “conjugar los flujos desterritorializando” (Deleuze y Guattari, 2004: 17). El espacio que reconfigura cualquier intento de territorializar, es un intento de desterritorializar que puede generar otra reconfiguración, sea sensorial o material, es un espacio performativo.
El 5o y 6o. Principio de cartografía y calcomanía: un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo” (ibídem). El rizoma es mapa, un mapa que se opone al calco. El calco es reproducir y jerarquizar, tal como el árbol. El mapa, por el contrario, es la experimentación de lo real, “el mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre sí mismo, lo construye” (Deleuze y Guattari, 2004: 18). El espacio no es nada que ocurra afuera, ahora mismo estamos en él, este cuerpo, este libro, este texto, este lugar. Uno que no se calca, entonces se mapea y re- construye otros espacios completamente diferentes, pero múltiples y en conexión, este espacio es rizoma, por tanto, un no tejido.
Del espacio vivido y performativo deviene el tejido no tejido, articulado con la multiplicidad del cuerpo y el espacio mismo. Se propone, pensar el espacio, como un elemento rizomático el cual, re- articula y conecta los sentidos del cuerpo con el mundo. En el que se pretende identificar puntos de fuga en el proyectar para la creación de nuevos significados. Permitiendo re-pensar los espacios y las formas de habitar, donde cuerpo, espacio y naturaleza, se presentan al mismo nivel y se reconfiguran constantemente en sus funciones: formas físicas y posibles habitables, metamorfoseándose.
Continuando con la idea de rizoma desde la perspectiva de Deleuze y Guatarii, el pensamiento ecológico de Timothy Morton (2018), propone otra base para el no tejido. Es una visión global que tiene como fin encontrar diferentes puntos de vista, algo como los puntos de fuga en el rizoma. Explica Morton, (Morton, 2018: 32) “ver la tierra desde el espacio es el principio del pensamiento ecológico”. Igualmente se plantea el concepto de malla la cual se compone de conexiones infinitas. “Cada punto de la malla, es tanto el centro como el borde del sistema de puntos, de modo que no hay ningún centro, ni bordes absolutos” (Deleuze y Guattari, 2004: 49). Las ramificaciones de la malla, son esas líneas donde reside el hecho del pensamiento ecológico. Esas líneas son las formas de vida y de muerte que han habitado y que habitan generando conexiones infinitas, además no es estática, ni orgánica ni su forma se adapta a su función (Morton, 2018: 49-50). La escala de la malla es infinita tanto en sus dimensiones como en sus matices, esto sugiere interconexión y si todo esta interconectado, nada es completo en sí mismo, por lo tanto, hay menos de todo. El pensamiento ecológico pretende pensar a lo grande en tanto todo podría ser más pequeño, promoviendo y explorando los placeres y los sentidos, los cuales podrían convertirse en una coordenada hacia el nuevo camino que propone un tejido de interconexión (ibídem). En este sentido el pensamiento ecológico se articula al concepto de rizoma, dando paso al tejido no tejido integrado por el espacio vivido, el cual ocurre ahora mismo y se trata de los placeres que dirigen los sentidos y que se generan en esa exploración, en el vivir, habitar y detenerse. Pensar los proyectos arquitectónicos y de diseño de una forma rizomática, deberán basarse en el entendimiento de la materialidad y como puede esta articularse con las sensaciones del cuerpo que causan las experiencias significativas del espacio vivido.
El tejido no tejido es entonces, la propuesta de pensar el espacio de forma rizomática y con base en el pensamiento ecológico. Se plantea una visión tejida no tejida que no empieza ni acaba, es viva y por lo tanto lisa. Un espacio liso, entendido como nómada, ilimitado al derecho y al revés, y sin centros ni fijaciones (Deleuze y Guattari, 2004: 485). A partir de lo anterior, se propone identificar dos dimensiones susceptibles de ser ampliadas e interconectadas con otras tantas, pero que en este espacio tienen la intención de integrar y generar unas primeras líneas segmentarias y otras líneas de fuga, dando paso a nuevas conexiones que posibilitaran otras formas de percibir al diseñar y materializar, dando paso a nuevas formas de habitar. Conexiones basadas en el rescate a los sentidos de una manera transversal donde se arrasan los elementos entre si.
Teniendo como bases los anteriores elementos conceptuales y teóricos, se plantea una propuesta de una visión tejida no tejida del paisaje a partir de su experiencia y su capacidad performativa, infinita y móvil con el cuerpo que lo habita.
1. La experiencia del paisaje
Para proponer una visión tejida no tejida del paisaje es necesario, entender su experiencia como espacio vivido, performativo y atmosférico de manera global. Inicialmente, el paisaje, será una forma de llamar a los espacios que se encuentren fuera de la manipulación humana (Morton, 2015), en palabras de Timothy Morton “where the wilds thing are” (ibídem). Esto se presenta generalmente en la conexión con la naturaleza y sus sistemas, solo que esta vez, el paisaje, no se referirá solo a ello, también se hallarán los espacios que requieran de un entendimiento previo desde los sentidos, la percepción y la experiencia, para ejercer una especie de control sobre los mismos, y entender que aún así el resultado no depende sino de la naturaleza misma.
Una vez establecida de manera general las nociones de paisaje, es necesario hablar acerca de la experiencia del espacio vivido, esta planteará una fusión entre el mundo y la mente, entendida por medio de la percepción. Es aquella que nos permite construir una visión del mundo por medio del espacio, las relaciones y a través de nosotros mismo. Se presenta por medio de la experiencia y de la vivencia de un espacio, que admite ser percibido, vivido y entendido de formas indeterminadas.
En este sentido, trazaremos una fusión multisensorial compleja de factores, que se captan de forma inmediata como la atmósfera, un sentimiento o un estado de ánimo. Se expone la existencia de una atmósfera, experienciada por un sinfín de sentidos. Dando lugar, al reconocimiento de una amplia gama de ellos en el cuerpo, al estar inmersos en los espacios, no solo construidos sino también sociales, culturales, familiares, naturales y el estado de ánimo que cada uno de ellos carga. Sin embargo, no es solo el “ambiente circundante” en términos sociales o emotivos lo que puede definir el espacio vivido y tampoco su caracterización, en ambos casos, es la unidad de todos los elementos, lo que permite capturar esa esencia, la experiencia del espacio vivido (Pallasmaa, 2014: 230).
La experiencia del paisaje, se presenta a través de una serie de valores estéticos que hacen parte de la naturaleza misma, como lo menciona Grinde en el artículo acerca de Biophilia, su complejidad, variedad de colores, perspectiva y balance visual, posibilita al subconsciente ser influenciado por el estímulo de la estética, que en el caso del paisaje se llega a convertir en restaurativo (Grinde, 2009). El paisaje se ha convertido en un encuentro que articula la participación ciudadana e individual, traducido en una actitud positiva hacia la interacción con la naturaleza siendo esta la intersección entre la experiencia natural.
La atmosfera en el paisaje puede ser tomada en cuenta a la hora de establecer una relación de multiplicidad con éste, como agente, la atmósfera será enfocada desde la perspectiva arquitectónica, como respuesta a una dinámica dentro del espacio, que se ve afectada por el estado de ánimo y por una experiencia individual que parte de una materialidad, pero se transforma en la percepción de la misma. Asimismo, se plantea este término, en relación con aquello que envuelven el cuerpo, más allá de lo material y lo tangible, se crea sensaciones y las transmite a través del mismo, generando espacios fuera de sí. De acuerdo con Kazig (2016: 5) “atmosphere is a total or partial, but in any case, comprehensive, occupation of an area-less space in the sphere of that which is experienced as being present.”
La atmosfera, parte de un espacio utópico, aquel que no tiene lugar, pero que constituye su esencia junto con el habitar y que, al ser captada, deja de ser utópico y se convierte en aquello que propicia una experiencia en el espacio. En consecuencia, la atmosfera se presenta como el elemento catalizador para la generación de percepciones, posibilitando nuevas sensaciones vividas, lo anterior surgiendo desde un acercamiento fenomenológico, esa experiencia que se presenta tal cual es, antes de lo preconcebido. Aquella que se basa en una percepción propia y única y que posibilita la significación del mundo. Sostiene Merleau-Ponty (1962: 9)
En este sentido, la experiencia del paisaje se ve permeada y completada por la atmósfera, siendo esta la primera etapa sensorial que aparece en la interacción con otros seres vivos, inmóviles la mayoría de ellos pero mutables, así como la experiencia arquitectónica del espacio vivido, que, a diferencia del espacio meramente construido, las plantas en el paisaje, generaran cambios atmosféricos cuantitativos, en cuanto al olor, la humedad y la calidad del aire , además constituyen la esencia de agente performativo, permeando transversalmente toda la experiencia.
El entendimiento de la experiencia del paisaje, permite evidenciar sus multiplicidades y encontrar puntos de fuga, el solo hecho de generar interacciones con otros sistemas vivos, posibilita un sinfín de experiencias, que pueden interpretarse a través de un no tejido. Un paisaje que se entrelaza con el mundo y sus múltiples realidades entre las interacciones humanas y botánicas que conviven dentro de un mismo espacio, generando rupturas significantes que cambian el curso de la experiencia, asimismo una mirada global que permuta completamente la percepción y sensación de lugar, pero que se vuelve a conectar con algún otro punto particular, un punto focal en el paisaje que se encuentra en constante transformación y articulación con el resto del mundo. Estas nociones de un paisaje no tejido, conducen a la filosofía a entender nuevos puntos de partida, para potencializar el diseño desde la experiencia vivida y desde el entendimiento no tejido de un espacio, que lo que intenta es enriquecer nuestra capacidad sensorial y sensitiva humana.